El Taichí como reeducación postural
Uno de los principales efectos beneficiosos del Tachí es el relacionado con la mejora de la postura . Lo primero que enseñamos en nuestra escuela es a colocar adecuadamente la columna vertebral, de cara a evitar tensiones innecesarias en la misma. Esto precisa un trabajo muy sutil de conciencia corporal, en el que lo más costoso es sentir los sobreesfuerzos innecesarios que se tienden a realizar de manera involuntaria.

Las cervicales y las lumbares son las dos regiones más sensibles y propensas a desarrollar contracturas musculares, por eso son las que precisan una atención especial. Independientemente del esfuerzo que brazos y piernas realicen en las diferentes posiciones, es importante mantener relajadas estas dos zonas vertebrales. Esto no siempre es fácil, porque las posturas que se tienden a adoptar en el día a día, suelen acumular carga muscular en ellas.
Esta necesidad de auto-conciencia corporal es una de las causas que hacen del Taichí una dinámica lenta, pues es la única manera de tener margen de ajuste y de relajación. Sin embargo, es precisamente esta lentitud y parsimonia la que no hace atractivo el Taichí para muchas personas. Y es que el objetivo no es realizar movimientos espectaculares ni vertiginosos, sino aprender a reconocer que tensiones innecesarias se crean al ejercitarse.
La alineación de la espalda es un patrón común en todos los estilos de Taichí y el principal componente terapéutico de esta centenaria disciplina. Pero enderezar la columna no debe de implicar ir tieso como una farola, sino encontrar el eje natural de equilibrio de cada cual, y que estará en función de la morfología específica que uno tenga.
El desafío no es. por tanto, comprobar si uno es capaz de moverse más rápido, con más fuerza o con mayor amplitud, sino moverse con la máxima suavidad, con fluidez y sintiendo que las tensiones se disuelven, no se acumulan...