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Todos quieren ser "maestros"

El carisma y la presencia que tiene el rol de profesor alcanza su máxima expresión cuando la enseñanza a impartir contienen algún tipo de filosofía, misticismo o religiosidad. Por eso, muchas prácticas orientales se han perfilado como vías de desarrollo personal, en las que el instructor en cuestión se muestra como maestro o guía espiritual, atribuyéndose cualidades que, en muchos casos, son impostadas.



Origen del concepto "Maestro"


En la antigüedad, tanto en Asia como en Europa existían profesores cuyos conocimientos sobrepasaban la disciplina que impartían. Eran personas que había viajado, habían conocido realidades sociales diferentes y habían a accedido a conocimientos que estaban vetados a quién vivía en una aldea rural. Esto hacia que aunque fueran profesores de esgrima, de caligrafía o de danza, se les considerara mucho más que eso, pues te aportaban un amplio abanico de conocimientos y prácticas. De ahí que se les denominara como Maestros, no solo porque habían adquirido "maestría" en una disciplina, sino porque además la habían complementado con otras destrezas.


Hoy en día, lo más parecido son aquellas personas que no se ciñen a aprender y enseñar una disciplina, sino que asimilan conocimientos de otras fuentes y los incluyen en su cuerpo teórico para enriquecerlo y perfeccionarlo. Por ejemplo, alguien que enseña ballet podrá asesorar y corregir mejor a sus alumnos si posee unos conocimientos amplios de anatomía muscular y de fisiología articular. En las artes marciales, como el Taichí, es habitual que los instructores hayan mejorado su forma de enseñar aprendiendo acupuntura, masaje u otras disciplinas afines a su practica.


Connotaciones místicas


Hay muchas personas con inquietudes filosóficas que no se conforman con aprender algo por el mero hecho de saberlo, sino que pretenden que les sirva como camino de desarrollo personal. Para ellos, el concepto de Maestro cobra un significado más específico, y tienden a considerar a muchos instructores como individuos con un nivel más elevado de conciencia, y que les puede abrir su mente a una dimensión diferente de la realidad. Ante esta demanda, muchos profesores con cierta tendencia narcisista, se sienten en una situación de poder y con un estatus jerárquico más elevado, hasta el punto de sentirse y autodenominarse como "maestros".


De esta manera se juntan el hambre con las ganas de comer... Los alumnos demandan un guía espiritual, y los instructores se siente halagados y cómodos en ese rol, por lo que tienden a potenciarlo creando una imagen de superioridad. El maestro que aquí surge es, por tanto, una personalidad creada conjuntamente por quién la despliega y por quiénes la potencian, es decir, sus alumnos que pasan a convertirse en "adeptos".


Capacidades superiores


Llegados al punto en que alguien se considera un maestro y tiene los suficientes adeptos que idolatran incuestionablemente su enseñanza y su personalidad, éste pasa fácilmente al siguiente nivel: creerse con capacidades superiores. En las artes marciales son muchos los que realizan proezas como derribar a alguien sin tocarle o proyectarle a metros de distancia con una simple caricia. Pero, curiosamente, sólo funciona con sus alumnos. En esta relación maestro-discípulo se ha creado un condicionamiento recíproco en que el primero se ha creído superior, ha convencido a sus alumnos de ello, y estos han reforzado esta creencia con una confianza ciega y una actitud que roza la veneración.


En esas técnicas en que, aparentemente, el supuesto maestro proyecta con energía a sus alumnos sin apenas tocarles, hay un trabajo previo de influjo mental para predisponer quién recibe la técnica de cómo debe de actuar. Cuando crees ciegamente en alguien, si este te dice que al tocarte puede provocarte lesiones internas a no ser de que te tires hacia atrás con fuerza, lo haces. Por eso hay hasta quiénes se ponen a pegar saltos y volteretas al ser suavemente tocados por la "energía" de su "maestro".


Pretender ser especial


Cuando uno imparte clases de la disciplina que sea, ha de tener claro cual es su competencia al respecto y donde están los límites de la misma. Que enseñes Taichí no quiere decir que enseñes filosofía taoísta, ni es tu deber guiar a alguien en su camino individual de desarrollo personal. Mis conocimientos de fisioterapia y rehabilitación me han aportado un mejor entendimiento de cómo funciona el sistema músculo-esquelético, lo cual me ha servido para un mejor asesoramiento cuando algún alumno refiere alguna molestia en la práctica. De igual manera, mi formación como psicólogo me ha ayudado a impartir las clases de forma más asertiva, motivante y comprensible, mejorando mis capacidades docentes. Pero estos aprendizajes no me han otorgado un nivel de conciencia superior, ni unas capacidad sobrehumanas, ni mucho menos una mayor espiritualidad.


Los conceptos que tienen que ver con lo espiritual son personales, y ninguna persona ni institución deberían decirnos como experimentarlos. Y aunque muchas religiones y doctrinas hayan pretendido hacerlo, es algo que uno vive de manera individual. Además, pretender hacer de una gimnasia, una danza o o una arte marcial una vía religiosa crea un elevado riesgo de mezclar ideas inconexas, induciéndonos a sentir lo que realmente no sentimos, e idolatrar a personas que ni se merecen ni les viene bien que las idolatren.


Pero el ego del supuesto maestro se siente muy cómodo en ese rol superior de maestría, en el que sus seguidores ensalzan su personalidad. Es por eso que hay tantas personas que quiere ser maestros, aunque para conseguirlo tengan que crear una nueva disciplina, una nueva terapia o, incluso, una nueva filosofía de vida según la cual vas a lograr encontrar la paz interior, la abundancia económica y/o la salud perpetua.



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